Queridos electores:

Voy a recordarlo siempre. Ayer pude sentir una de esas emociones irrepetibles que se te quedan grabadas.

Ocurrió cuando fui a la zona norte y me dirigía, desde la Avenida de España, a la zona de juegos que acaba de abrirse allí para el disfrute de niños y familias de toda la ciudad. Pero no las tenía todas conmigo. La tarde se había puesto muy desapacible desde mediodía, con viento fuerte y bajada evidente de temperaturas.

Iba pensando “¡qué pena, después de esperar este día con tanta ilusión, mira qué clima!…a lo mejor la gente prefiere quedarse en casa y dejarlo para otro día más agradable”. Pero según iba llegando a Metropolitan Park, siguiendo las flechas con letras de colores, algo contradecía ese pensamiento: un bullicio de risas y chillidos infantiles.

Cuando llegué y pude ver aquello repleto de familias, de niños correteando, saltando, trepando… mis temores iniciales desaparecieron. Pero es que no eran sólo los más pequeños los que estaban disfrutándolo.

Me fijé especialmente en una madre y un padre que se tiraban por uno de los toboganes con su hijo pequeño entre ellos. Los tres gritaban felices. No sabría decir cuál de ellos disfrutaba más.

Yo también disfruté comprobando que el trabajo y el esfuerzo de muchas personas durante tanto tiempo había merecido la pena. No tenemos sólo un magnífico parque. Viendo cómo en Metropolitan los adultos vuelven a ser niños, creo que hemos construido la máquina del tiempo.