Los últimos años he aprovechado este espacio para promover una voluntad de concordia; para sugerir que los responsables políticos -todos- cumplamos con el mandato que los ciudadanos nos hicieron y, en lo posible, contribuir a mejorar la vida y el bienestar de quienes vivimos en este municipio.
Comienza 2025 y aún resuenan las palabras de su majestad el rey Felipe Vl quien, en su habitual discurso de Nochebuena, nos recordó que “por encima de las eventuales divergencias y desencuentros, prevalece en la sociedad española una idea nítida de lo que conviene, de lo que a todos beneficia y que, por eso, tenemos el interés y la responsabilidad de protegerlo y refozarlo”.
Reclamaba nuestro soberano que la esfera de lo público debe orientarse con un consenso en torno a lo esencial y como una práctica constante, no puntual. Todo ello contando con una diversidad legítima de opiniones, que es garantía de democracia, pero sin dar ocasión a un clima que termine por negar el espacio compartido.
El espacio compartido es, debe de ser, la convivencia de todos. Y para que sea posible, no podemos permitirnos, como también advertía en su discurso el jefe del Estado, “que la discordia se convierta en un constante ruido de fondo que impida escuchar el auténtico pulso de la ciudadanía”.
Los representantes políticos, ya seamos locales, autonómicos o nacionales, tenemos la obligación de entendernos. Y también, un contrato tácito para escuchar, antes de ser escuchados.
Las acertadas palabras de Felipe Vl en este sentido, deben servirnos para hacer propósito de enmienda, más allá de excusarnos señalando a los otros. Allá los otros si no lo captan, pero el mensaje, el sentido último de la reflexión real, nos impele a todos. Porque recordando aquel refrán que asegura que “dos no pelean si uno no quiere”, tenemos que proponernos terminar con la crispación en la vida pública, y con la confrontación estéril en el discurso político.
Es verdad que hay, y es democráticamente sano que exista, una confrontación de ideas, postulados y principios, diferentes. Pero esa es una confrontación positiva: rivales sí, enemigos, no. Y han de ser los ciudadanos quienes decidan con su participación en las urnas, cómo se articula el escenario de esa rivalidad positiva. Y después, está en nuestra mano poner los medios y los recursos públicos para cumplir compromisos y trabajar por el interés común.
Y es bueno que quien comanda esa nave común que es España, marque el rumbo para que, entre todos, la llevemos a buen puerto, usando -como también propuso- el diálogo, la serenidad, altura y generosidad.
Se puede decir más alto, pero no más claro. Mensaje recibido y suscrito. Hagámoslo realidad, por el bien de todos, en este año que acaba de empezar.