Diciembre, mes de dulces y balances

En el momento en que este artículo llegue a manos de los lectores, se puede decir aquello de “ya huele a Navidad”. Muchas ciudades habrán encendido sus luces y estaremos inmersos en un carrusel de anuncios de perfumes, juguetes y turrones que vuelven a casa por estas fechas.

Con el frío del final del otoño llegan también las bufandas, las castañas asadas y la costumbre de hacer balance sobre cómo ha ido el año, antes de contar las uvas, descorchar y brindar por el deseo de un año nuevo más próspero y feliz.

Hace dos años, al hacer aquí ese breve repaso del año 2022, lamentábamos la invasión por sorpresa de Ucrania por el ejército ruso. Pronto, a finales de febrero, se cumplirán tres años de un conflicto que nos afecta más de lo que creímos en aquel momento. En lo económico, con crisis energéticas y de suministros derivadas de la guerra. Pero también en lo social y en todos los órdenes de nuestras vidas.

Europa es ahora un lugar menos estable, que se ha visto obligado a pensar más en la seguridad y en la defensa. Y los ucranianos, que huyeron por miles de los bombardeos y el terror de una guerra que no buscaron, temen que disminuya el apoyo y la ayuda que reciben de las democracias occidentales. Por cansancio, por desgaste, o por nuevas políticas más interesadas en el corto plazo interno que en impedir, en pleno siglo XXl, el secuestro del derecho a la identidad y el territorio de un país democrático y libre. Una exrepública soviética que se había modernizado acercándose a la Unión Europea.

Y además, Gaza y Oriente Próximo. Más conflicto armado, más dolor y más incertidumbre en el horizonte.

Con estos mimbres es difícil entregarse al optimismo, por mucho que deseemos de verdad que todo mejore, empezando por lo más cercano. Pero debemos hacer un esfuerzo, poner de nuestra parte lo que podamos, ser un poco menos críticos con los otros y algo más autocríticos. Si lo pensamos, seguro que encontramos la forma más positiva para seguir