Llega la campaña electoral y todos aquellos que ven venir la alargada sombra de la incertidumbre o el fracaso suelen reaccionar con la visión apocalíptica de la vida: el triunfo de lo negativo.
En las últimas semanas hemos asistido a las denuncias de una oposición que lanza mensajes generalistas que van desde las acusaciones de opacidad, a la deficiencia en la gestión o al descubrimiento de un Tres Cantos que solo es así para ellos y sus feligreses: una ciudad pobre, que descuida a las personas, que apuesta por el ladrillo frente a la protección del medio ambiente, que expulsa a las empresas y crea redes clientelares.
Somos conscientes de que algunas familias o vecinos viven tiempos difíciles y merecen toda nuestra atención, pero es común también la consideración de que Tres Cantos es una burbuja que dista mucho de otros municipios donde no disfrutan de los datos de empleo, de la seguridad, de la prestaciones sociales y culturales, de la calidad de la enseñanza y de los centros públicos, de las instalaciones deportivas o del tejido empresarial. Viven otra realidad que nada tiene que ver con la evidencia de los hechos que nos hacen ser lo que somos.
De repente, la nueva candidata de la coalición de izquierdas nacida de la discordia, nos ha empezado a dar clases de todo lo que hacemos mal; ella, que llegó a nuestra ciudad en 2019, se erige en pionera y en experta para decirnos que dejamos de lado a la protección social de la ciudadanía. Debe ser que no recuerda los Pactos por el Impulso que firmamos en plena pandemia, o los Pactos por el Empleo, o el Plan General de Salud Social. Debe ser que no considera público el espacio en el que nos desarrollamos, nuestros parques, nuestros jardines, nuestro arbolado, nuestro entorno. Debe ser que estaba en la Asamblea de Madrid preocupada por otras cosas muy alejadas de la ciudad que eligió, suponemos que porque le gustó.
Y más de lo mismo en el candidato de Podemos que fue desembarcado de la coalición de izquierdas por su propio partido, que anda ajustando cuentas con Yolanda Díaz en esa lucha por la supervivencia. Mientras, exhiben como éxitos fracasos atroces y dramáticos.
O el candidato de Ciudadanos, que preso de su historia de trashumancia política, vuelve a enterrar otra formación matando antes de morir. Debería acudir a algún especialista en quitar el mal de ojo o aprender de algún manual que el camino del odio ocupa mucho tiempo y consume muchas energías. Nunca se le ha visto trabajar tanto en el Ayuntamiento.
Son aquellos que, con la legitimidad que solo ellos se otorgan, pusieron unos presuntos plenos alternativos que oficiaban a su congregación: cinco o diez personas que acudían a su convocatoria para recitar sus males jugando a hacer política de monopoly.
Va siendo hora de que digamos que solo desde el optimismo y la dedicación en cuerpo y alma se construye el futuro. Esa es la diferencia. Y se nota.