Como cada año por estas fechas, he podido asistir a las ceremonias de graduación de los estudiantes de segundo de bachillerato de nuestro municipio, invitado por la dirección de los centros educativos.
Confieso que me encanta poder participar en una celebración que, sí o sí, recordarán toda su vida los cientos de jóvenes que se gradúan.
Como les he dicho durante los actos, da gusto verlos tan guapas y guapos, vestidos con sus mejores galas, con una sonrisa de oreja a oreja y unos nervios lógicamente difícil de contener. No es un día cualquiera, ni mucho menos.
Como me parece muy importante que no olviden todo y a todos los que les han ayudado a llegar a este momento, también les recordé la importancia del apoyo que han tenido de sus madres y padres, de sus familias, de sus profesores y del resto de personal de los centros. Pero, sobre todo, que no olviden nunca que el esfuerzo siempre tiene recompensa. Que habrá habido momentos mejores y otros no tan buenos; que tal vez más de uno pensó tirar la toalla y finalmente, con mucho sacrificio, logró terminar el curso y así continuar adelante con su formación académica o profesional.
Como les dijo alguno de sus profesores durante la gala, ya han superado el que probablemente sea el año más complicado, preparándose en la mayoría de los casos, para una prueba que evaluará los conocimientos adquiridos y les permitirá afrontar la “temible” EVAU.
Pero también es un momento dulce, y tal vez aún no sean del todo conscientes de ello. En estos años, mientras aprendían algo de muchas materias, también han madurado como personas. Han dejado de ser los niños y niñas que dejaban sus padres y madres a la puerta de los colegios. Han forjado amistades que tal vez conserven durante toda su vida o, en cualquier caso, durante muchos años.
Todos recordamos a muchos de nuestros compañeros y amigos del instituto. Y a algún profesor o profesora que nos dejó huella. En ese entorno de muchas risas y seguro que alguna lágrima, la mayoría elegimos el camino que queríamos tomar en nuestro futuro. Puede que en algún caso, incluso a la persona con la que compartirlo. Son muchas horas juntos, muchas vivencias, muchas amistades.
Y como dijo una madre desde el escenario: “lo que no tenéis que olvidar nunca es que cada uno de vosotros sois únicos e irrepetibles”. Una reflexión preciosa y valiosa, que seguro que también les ayudará en ese futuro brillante y maravilloso que les espera ahí, a la vuelta de la esquina.