El debate de la moción de censura presentada por Vox, que ha tenido como candidato alternativo a Ramón Tamames, antiguo miembro del Comité Ejecutivo del Partido Comunista de España, ha supuesto para muchos de nosotros un viaje en el tiempo hacia un pasado que creíamos superado; un viaje donde los protagonistas, el guion y la puesta en escena tienen el regusto amargo de las malas versiones.
El trasfondo de esta iniciativa ha dibujado un panorama de desolación que vuelve a unir en los intereses a quienes se suelen hermanar en los extremos. Ya resultaba poco respetuoso ver a un candidato, de irregular trayectoria, jugar el papel de un guiñol manejado por la mano de Vox, pero resultaba igualmente indignante que el debate se orientara a la lucha electoral sin cuartel que nos cita para mayo y para finales de año: una vez más, la política utilizada como fines instrumentales. La moción de Vox
Si algo se ha quedado en evidencia es que la moción de censura fue una mala idea y que Pedro Sánchez ya tiene prácticamente oficializada la compañía de Yolanda Díaz como pareja de cartel electoral con la que diluir a las izquierdas de la izquierda socialista con las ministras de Podemos como testigos de cargo.
En las próximas elecciones de Tres Cantos, se presenta una candidatura conjunta de izquierdas que lidera una mujer que ha dejado en el alambre a dos portavoces, el de Podemos y el de Ganemos. Tiene la estética del abrazo del oso. Para empezar, ya nos ha deleitado con la tradicional secuencia de tópicos para decirnos que quiere cambiar esta ciudad. Pues mire, a lo mejor no queremos que eso sea así porque estamos orgullosos de lo que somos y de lo que hemos hecho, sin su ayuda, por cierto. Tampoco puedo entender que el candidato de Vox nos hable del mundo rural, de desindustrialización, de despoblamiento en una ciudad tecnológica y en crecimiento. Da la sensación de que el esperpento ha encontrado acomodo en este camino hacia las elecciones.
De verdad, ¿hemos perdido el sentido común o es que todo vale?
